domingo, 4 de marzo de 2012

Momo (o la extraña historia de los ladrones de tiempo y de la niña que devolvió el tiempo a los hombres) (1973), Michael Ende

Fue hace ya 36 años que apareció esta historia. Pero creo que aun no hemos aprendido demasiado de ella. Para quien quiera escuchar(o leer en términos estrictamente exactos) les contaré que sucede en una de esas ciudades cada vez más grandes, cada vez más pobladas y cada vez más solitarias.

Sucede en un apartado suburbio de esa gran urbe, habitado por gente humilde y cordial. En ese suburbio descansan las antiguas ruinas de un antiguo anfiteatro y bajo él, en una de sus cámaras medio derruidas por el paso de los siglos, vivía Momo.

Y es Momo, pequeña y bastante flaca, de una edad indefinida desde los siete a los trece años, que casi siempre iba descalza y que tan solo poseía nada más que lo que le regalaban o lo que encontraba por ahí, la protagonista sobre la que gira todo el sentido de la historia.

No obstante, claro está, están los hombres grises. Siempre en traje, corbata y maletín en mano; con un cigarrillo entre sus labios y el único deseo de consumir todo el tiempo de los hombres...

[caption id="" align="alignnone" width="270" caption="Los Hombres grises"][/caption]

Pero en su ayuda estará la tortuga Caisopea, siempre lenta aunque segura, y el maestro Hora, el guardian del tiempo.

Reflexión sobre el valor de las cosas, del cada vez más perdido arte de escuchar, del poder de la imaginación, de la libertad de ser uno mismo...



Fragmento:

- ¿Te gustan los acertijos?- le preguntó, como quien no quiere la cosa, mientras seguían su camino.

- ¡Sí! ¡Mucho!- contestó Momo-.¿Sabes alguno?

- Sí-dijo el maestro Hora, mirando sonriente a Momo-, pero es muy dificil. Muy pocos saben resolverlo.

- Eso está bien-dijo Momo-, así me lo aprenderé y se lo repitiré más tarde a mis amigos.

- A ver si lo adivinas- contestó el maestro Hora-. Atiende:

Tres hermanos viven en una casa:

son de veras diferentes;

si quieres distinguirlos,

los tres se parecen.

El primero no está: ha de venir.

El segundo no está: ya se fue.

Sólo está el tercero, menor de todos;

sin él, no existirían los otros.

Aún así, el tercero sólo existe

porque en el segundo se convierte el primero.

Si quieres mirarlo

no ves más que otro de sus hermanos.

Dime pues: ¿los tres son uno?,

¿o sólo dos?, ¿o ninguno?

Si sabes cómo se llaman

reconocerás tres soberanos.

Juntos reinan en un país

que ellos son. En eso son iguales.

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