jueves, 27 de junio de 2013

El círculo infinito

Leí Rayuela quizás hace diez o doce años. Llegué a ella a través de los cuentos de Cortázar. Aquellos relatos me fascinaron tanto que tuve que leer todo lo que hubiera publicado. A cada relato que terminaba de leer, me sobrevenía una sensación de impotencia al saber que jamás podría escribir ni tan siquiera algo parecido. Por fortuna, luego venían a mí mis propias historias y, aunque siempre estarán alejadas, forman parte de mi mundo.


Así, inevitablemente, comencé a leer Rayuela. Lo hice como mandaban los cánones (o Cortazar), o sea, dos veces. Una del capítulo uno al 56 y otra empezar por el capítulo 73 y seguir la pauta marcada que te iba llevando de un capítulo a otro sin que adivinaras muy bien con qué criterios lo hacía. Tiempo después, cuando he ido profundizando en análisis literarios y técnicas narrativas me di cuenta de que fui un lector pasivo, acomodado, que no quiso salirse de lo  "convencional".


En realidad Rayuela tiene tres partes: "Del lado de allá" (lo que sucede en París), "Del lado de acá" (lo que sucede en Buenos Aires) y "De otros lados (Capítulos prescindibles)".  Ya con esta última parte Cortázar nos está invitando a evitar leer esos capítulos y convertir la novela solo en dos partes. Para decirlo de otro modo, nos incita a participar en la "escritura" de la novela. A dejar de ser lectores pasivos, como hasta ese momento se había sido en la gran mayoría de la literatura universal, y conformarnos nosotros mismos nuestra propia lectura. 


De Rayuela se recuerdan fragmentos, sensaciones, asombro. Como ese convertir en objeto sagrado y casi mágico sacrificando un paraguas viejo y roto tirado en una calle, al modo de los objets trouvés surrealistas. O el encontrarse sin buscarse La Maga y Oliveira, pues si no el azar no les encontraba no merecía la pena siquiera estar juntos. O la lluvia y las calles de París, el jazz, el humo, los cafés.


Puede parecer abrumadora, de hecho, confieso que algunas capítulos se me hicieron tediosos y excesivamente disgresivos. Pero a ella hay que adentrarse sin complejos, aletoriamente, como si fuera fragmentos aislados, y dejarse llevar por el ritmo de las palabras y las imágenes.


Y terminar con ese balanceo de atrás hacia adelante en un movimiento perpetuo, en la novela que no es una novela sino todo lo contrario...

lunes, 24 de junio de 2013

Puzzle

Aquella tarde, a la sombra de un café, sucedió algo maravilloso: se enamoraron.

Ella traía la rutina cosida a su sombra y una mirada tan lejana que parecía que ya no podría volver.

Él se refugiaba en tierras imaginadas y le colgaba la desesperanza por sus hombros.

Ella dibujaba mariposas y luciérnagas en el vaho de los cristales y jugaba a que era feliz.

Él ahogaba su timidez con sonrisas y silencios y bisbiseaba poemas de memoria en sus ratos libres.

Ella se fijó en la pajarita de papel que sobresalía de las páginas del libro que estaba leyendo.

Él en su forma de agitar la cucharilla del café.

En el corazón de ambos había un vacío denso  y oscuro. Ella, entonces, atrapó del borde de su corazón la sustancia necesaria para rellenar el hueco de él que, a su vez, atrapó del centro del suyo la sustancia imprescindible para ocupar el de ella.

Pero no encajaron. La sustancia no lograba fusionarse y quedaba como una pieza de puzzle mal colocada. Él, entonces, rescató de nuevo la parte del corazón que ella le había dado y recogió la parte del suyo.

Se sintieron tristes y más desesperanzados que nunca. Pero se encontraron sus miradas y ella, decidida, volvió a rellenar la parte del corazón de él; y él, seguro, lo hizo con el de ella.

viernes, 21 de junio de 2013

"Gentleman Jim", Raymond Briggs (1980)

Jim solo quiere salir de su rutina. Iniciar una nueva vida que le reporte emociones, desafíos, nuevos retos. Y se pone a buscar en el periódico para buscar un nuevo trabajo. Pero todos le piden certificados y títulos. Y a Jim, en su escuela,  no le dieron certificados ni títulos, solo la Biblia y un cachete. Pero Jim no se rinde, y comienza a buscar oficios que sean emocionantes, peligrosos, aventureros...


Quizás sean Jim y su esposa Hilda lo mejor del álbum. Son dos de los personajes más humanos, sencillos y sinceros con los que me he topado a lo largo de mis variadas lecturas. Jim es ingenuo, se diría casi infantil. Sin apenas estudios pero con el sentido común propio de los que ven el mundo sin dobleces. Hilda apoya a su esposo incondicionalmente y le ayuda en sus descabelladas aventuras para ser vaquero o bandolero. Incluso participa de ellas. Pero Jim se encontrará con trabas que le impedirán conseguir sus sueños. Trabas como la burocracia, el dinero, la realidad. Nuestra realidad. Pues es como si Jim y Hilda navegaran por otro mundo. Un mundo enormemente sencillo y, con total seguridad, más feliz. 


Gentleman Jim02


La estructura narrativa de Briggs es progresiva. De buscar trabajos reales, concretos, Jim va fantaseando cada vez con oficios más irreales y fantasiosos, hecho que provocará sus tropiezos y el agridulce final.


Briggs muestra un alarde del dibujo impresionante. Dota a cada elemento de la historia con su estilo adecuado. Así, Jim, Hilda y el mundo que gira sobre ellos (como la dependienta de la librería que guarda para Jim sus "Historias de Aventuras para chicos" preferidos) están dibujados con líneas suaves y redondas, que hace que empaticemos aún más con ellos. No así los que están fuera de ese mundo, que están dibujados con figuras geométricas, sin expresiones faciales, lo que nos provoca una sensación de rigidez que nos hace alejarnos de ellos. A destacar, las Splash-page, propias del cómic de superhéroes, que aquí son un recurso para mostrar las fantasías de Jim. En ellas se observa con claridad el talento como dibujante de Briggs, que se recrea en el dibujo llegando a plasmar con maestría, por ejemplo, la silueta de la Odalisca de Ingres.


Gentleman Jim06


Gentleman Jim03


Resumiendo, el álbum me pareció genial. Consigue emocionarnos y sentirnos identificados con la pareja protagonista. Quizás, si hay que ponerle algún pero, se note demasiado el marco simbólico con el que quiere criticar el poder, la burocracia, la autoridad.


Gentleman Jim01



"Gentleman Jim", Raymond Briggs; Astiberri Ediciones, 2008

sábado, 15 de junio de 2013

Café

Escucho "Baby Love" de "The Supremes" en la radio de mi mesilla mientras intento escribir estas líneas. A mis dedos se me vienen imágenes de una pequeña cafetería de barrio donde tomó mi café y mi barrita con tomate cada fin de semana. Se me cruza una sonrisa y un suave y, en apariencia, sedoso cabello largo y negro. Una charla entre compañeros de trabajo sobre tipos de cerveza y ruedas de maquinas pesadas. Ella interviene sobre lo difícil de cambiar una rueda de un tipo de coche determinado que recuerdo con vaguedad. Luego va al baño, apura su zumo de naranja y se despide. Yo la rocé con mi mirada y me sumí de nuevo en mi café.


Eran las once y media de una mañana tranquila y expectante.