miércoles, 17 de julio de 2013

Tsumiki no le (La maison en petits cubes)

[caption id="attachment_191" align="alignnone" width="215"]Cartel del cortometraje Cartel del cortometraje[/caption]

A veces te encuentras con sorpresas inesperadas. Con destellos de sensibilidad, de luz e inteligencia en forma de pieza de animación.


Tsumiki no le (La maison en petits cubes) es una historia aparentemente sencilla e intimista que nos habla de la memoria, de los recuerdos vividos, de la vida en definitiva. Kunio kato, su director, fue el segundo japonés en ganar un Óscar en el 2008 tras la célebre El viaje de Chihiro.  


Funde lo simbólico con lo real, adentrándonos en un mundo onírico y extraño pero familiar a un tiempo. Poco importa qué sucedió y cómo en esa tierra acuática y lejana. Lo que nos atrae es esa figura entrañable e hipnótica que lucha e intenta sobrevivir a pesar de todo, a pesar de ese mar que le va persiguiendo implacable. A ello también ayuda la técnica empleada en la animación, pues kato juega a darle apariencia tradicional, casi como si estuviera echo con planchas una a una, a la antigua usanza, pero que, sin embargo está realizado con las más novedosas herramientas informáticas.


Aquí lo dejo, espero que lo disfrutéis tanto como yo. Y no os asustéis, a pesar del título no está en francés ni en japonés, es un corto sin palabras.






miércoles, 10 de julio de 2013

Última estación

Las sombras se suceden tras los cristales grises. El tren traquetea despacio y monótono. En uno de sus gastados compartimentos dos pétreos viajeros se sientan uno frente al otro. Están completamente solos en todo el vagón. Hace demasiado tiempo que nadie, ni siquiera el revisor, interrumpe el tenso silencio de los pasajeros. Ambos parecen sacados de un mismo molde (traje gris, corbata oscura, maletín de piel y zapatos a juego). Pero el tren se frena bruscamente.


-          Vaya, ¿qué habrá sucedido?

-          Un semáforo en rojo.

-          ¿Tú crees?

-          Intuyo.

El silencio retorna, haciéndose ahora más pesado e ingobernable. El tren, sin embargo, sigue su trayecto sin pausas dramáticas. Uno de los viajeros mira mecánicamente su reloj. Su compañero de vagón clava su mirada en aquel hombre simétrico. Observa sus oscuras cejas, perfectamente niveladas; sus impenetrables pupilas negras; su nariz de corte egipcio; su estirado cuello de jirafa, oculto tras su impoluta camisa. Quedaba poco para llegar a su destino y aquel hombre era lo único que tenía. Abrió su maletín y levantándose con mucha precaución, mostró su contenido a su compañero de viaje.

-          ¡Un Kikirú!

-          ¿Cómo sabes qué es?

Y abriendo su maletín, se levantó con mucha precaución y mostró su contenido.

-          ¡Un Kikirú!

Y el tren, inevitablemente, tuvo que llegar a su destino.

[caption id="" align="alignnone" width="518"] ...[/caption]

martes, 2 de julio de 2013

Escritura

Nunca me he acostumbrado a escribir en el ordenador. Siempre tengo la sensación de que es algo ajeno a mí y no consigo aprehender las palabras. Se quedan atoradas en algún punto inconcreto a la altura de mi esternón izquierdo.

Suelo escribir en pequeños libretas de tapas negras o en cuadernos  de espiral. Salto de una a otra dependiendo de lo que suponga que vaya a escribir. Pero siempre me acompaña una de ellas, casi antes que mi cartera.

Escribo en cafés. En los parques, sobre la hierba, bajo la sombra de un árbol. Escribo sentado o tumbado sobre mi cama. En el tren. En el metro. En los autobuses. Escribo a lápiz en mi libreta de tapas negras. A bolígrafo en los cuadernos de espiral.

Tengo cuadernos más grandes donde escribo mis relatos y mi aún inacabada novela.Tengo un cuaderno que reservé, una vez, solo para poner las ideas de relatos o historias que se me iban ocurriendo. Pero no duró mucho. No suelo escribir con ideas preconcebidas. Tengo otro que comenzó como un "diario intermitente" pero se quedó ahí, agotado y con la mayoría de las páginas en blanco.  Tengo una libreta de tapas negras solo para dibujar en la que intercalo frases y mínimos textos que poco a poco ha ido ganando terreno.

...

Ahora escribo esto en una antigua libreta frente a un café con hielo. Después, en casa, atraparé estas palabras escuchando la radio.

Creo que nunca me acostumbraré a escribir en el ordenador.